Páginas

lunes, 12 de noviembre de 2012

EL ENFADO!!!


Hola, preciosidades!!! Nueva entrada y nueva historia!!! Espero que la disfrutéis!!! Como siempre, se agradecerán comentarios!!!


Disfrutad!!!

Vi P.



Míriam estaba viendo la TV. De repente, la puerta de la casa se abrió de golpe y Sam entró hecho una furia.

- La muy arpía, la madre que la parió… y a Dick….  ¡¡¡¡a ése yo mañana le parto las piernas… polla con patas!!!!… ¿¿¿¡¡¡y para qué coño quiere a Violet???!!!  ¡¡¡Éste tío es idiota!!! Y la puta de la rubia… ¿¿¿pero qué coño se cree??? ¡¡¡Con ese vestido!!! Parece una prostituta, intentas decir que se mida un poco… ¿¿¿y qué hace??? ¡¡¡QUE LE HA FALTADO SACARSE LAS TETAS ALLÍ MISMO!!!

Míriam lo miraba desde el sofá con los ojos y la boca abiertos de par en par. Sam paró en seco y se giró a su novia. De repente te puso colorado y se rascó la nuca.

- Oh, hola, princesa. No sabía que estabas aquí.

- Dios, Sam. ¿Qué ha pasado?

- ¡¡Elina!! ¡¡Elina ha pasado!! Que la tía es una calienta pollas.

A Míriam se le endureció el rostro. Entre las chicas, Elina era lo peor de lo peor. Todas, en especial Violet, le tenían una manía que no podían verla. Los chicos se pasaban la vida diciendo que no se preocuparan, que para ellos no había nadie como sus chicas. Pero ellas no dejaban de no fiarse de aquella mujer.

- Mi amor. Estás temblando. ¿Te preparo algo de comer? ¿Quieres cenar algo?

- No no… He picado algo con los chicos. Nos hemos ido a tomar unas cervezas… Y, bueno, hemos tenido una conversación más que caliente… sobre todo Dick y yo…

Sam suspiró y se agarró el puente de la nariz. Míriam se levantó y se abrazó a su cintura. Sam, con los ojos cerrados y una mano apretando en su nariz, pasó la otra mano por la mitad de la espalda de Míriam y la atrajo hacia él.

- Sam, ¿qué ha pasado con Dick?

Ella apoyó la barbilla en su pecho y le miró a los ojos, instándolo a hablar. Necesitaba desahogarse.

- Elina ha llegado con un vestido que no dejaba nada para la imaginación… ¡¡no me mires así!! Si por mí hubiera sido, la habría mandado a su casa a cambiarse. Pero de repente, Dick ha encontrado graciosa la situación y se ha puesto a… no ligar… sabes que ya no es tan bestia como antes… pero ha empezado a lanzarle frasecitas de esas suyas… insinuándole… y de verdad que no sé en qué coño estaba pensando… y cuando le he dicho que parara, me ha dicho que no, que se estaba divirtiendo… así que le he dicho que si se iba a divertir también si Violet se enteraba… y entonces hemos empezado a discutir… y estábamos en todo el calor de la discusión cuando Sascha nos ha tenido que separar para que no hiciéramos una escena… justo entonces, Elina ha vuelto de “retocarse”… que no se podía llevar más potingue en la cara… y ha tenido los huevos de decirnos, que fíjate, no nos llevamos tan bien como queremos hacer creer… Dick le ha llamado de todo entonces…. Se ha enfurecido y le ha dicho que va a hablar con quien sea, pero que ella es la última entrevista que nos hace… la verdad es que le ha echado huevos…

Sam tuvo que reírse al final. A Dick se le había encendido la luz interior. De verdad, los chicos querían a sus chicas más que a nada en el mundo. Ellas estaban allí cuando ellos volvían ofuscados o cansados. Ellas les recibían con los brazos abiertos cuando, después de semanas de gira, volvían a casa. Ellas les cuidaban, les mimaban y eran comprensivas. Cuando ellos no querían salir, no salían, se quedaban en casa viendo un video, sin importar que hubieran estado toda la tarde en la peluquería para recibirlos como merecían.

Daba igual, ellas simplemente les besaban y dejaban que ellos decidieran. Ellos intentaban atenderlas, pero a veces el cansancio de la primera noche, era demasiado y apenas tomaban algo de comer, caían rendidos en el sofá. Y ellas los querían tal cual. ¿Por qué se iban a fijar en aquella mujer que sólo buscaba provocar?

Sam se percató de que todo aquel rato había estado mirando a Míriam con una sonrisa de bobalicón que a ella le había provocado la risa.

- ¡Parece que se te ha aparecido la virgen!

- No. Estaba observando a mi ángel particular.

Míriam sonrió y le besó el pecho, justo por encima de la camiseta blanca. Luego se quedó con la cara pegada a él e inhaló su olor característico. Pasó las manos por sus pectorales y las subió hasta su cuello. Se puso de puntillas y le besó con dulzura en los labios. Sam sonrió y con la mano que tenía en su espalda, la atrajo hacia él y la besó con la boca abierta.

Ciertamente, la rubia había conseguido algo. Que él estuviera deseando llegar a casa y hacerle de todo a Míriam. Míriam gimió cuando la lengua de él entró en su boca y todo su cuerpo se pegó al de ella.

Para no perder el equilibrio, ella se aferró a su cuello, entrelazando los dedos en su pelo. Él ronroneó cuando ella se restregó por su pecho para poder quedar a su altura. Sin perder un segundo, la cogió del cuello y se la subió a la cintura. Recorrió el poco pasillo que daba a la habitación que compartían y entró.

Sin parar de caminar con ella subida a su cintura, se dirigió a la enorme cama king-size y la tiró encima sin demasiados miramientos. Míriam soltó un grito cuando se vio caer de espaldas. Pero una vez notó que el colchón y los almohadones le amortiguaban la caída, se echó a reír.

Sam se quitó la camisa a cuadros y la camiseta que llevaba y se quitó el cinturón. Con los pantalones holgados y cayendo pobremente sobre sus caderas se dirigió al armario de la ropa, dejando acostada sobre la cama a una Míriam anonadada.

Sam abrió el armario y a la altura de sus camisetas, sacó una caja de madera. Míriam se puso colorada. Hacía tiempo que no veía aquel juguete. Sam se lo había confiscado y lo había guardado desde el día en que se mudaron a aquella casa. En un descuido de ella, aquel aparato había caído en manos de Sam que se negaba a tener un sustituto, ni siquiera cuando estaba de gira.

Sam se acercó a ella con aquella caja en su mano. Se veía pequeña comparada con el tamaño de aquel hombre.

- Quiero que te desnudes para mí. Y quiero que vayas a por dos de mis corbatas negras. Y me las traigas aquí.

Sam se sentó al borde de la cama y cuando Míriam se incorporó para desnudarse, le dio una palmada en el culo que la hizo chillar.

Míriam se colocó delante de él y comenzó a quitarse la camisa despacio, dejando ver que no llevaba sujetador. Ella se había esmerado aquella tarde. Se había duchado y se había puesto aceite. Al quitarse la camisa, a ambos les llegó el olor del aceite, cosa que hizo que él se tuviera que recolocar.

Ella si quitó el pantaloncito corto y las bragas; y de aquel talante, se dirigió al armario y cogió dos corbatas de Sam. Sam estaba en la cama, sonriendo ampliamente.

- Entra en la cama y recuéstate en el medio. Ponte un par de cojines detrás. Y levanta las manos hacia el cabecero.

Ella entró en la cama, caminando a cuatro patas, enseñándole el culo a Sam para provocarlo. Cuando estuvo colocada, Sam se acercó a ella con las corbatas y la ató al cabezal. Cuando hubo terminado, pasó las palmas de las manos por el pecho y el estómago de Míriam. Ella arqueó la espalda buscando que él le tocara donde ella más lo necesitaba.

- Oh, no. Quiero ver cómo te retuerces. Quiero ver cómo pierdes el sentido y como gritas mi nombre hasta que no te quede voz.

- Sam…

Acto seguido, Sam abrió la caja y sacó el vibrador azul turquesa. Comprobó que las pilas estuvieran atope y lo encendió en la velocidad máxima. Era uno de aquellos juguetitos que a la vez de ser vibrador, tenían un par de protuberancias que estimulaban el clítoris.

Míriam lo miró con los ojos abiertos de par en par. Sam metió el dedo corazón en las profundidades de Míriam, que tenía las piernas abiertas de par en par para que Sam pudiera sentarse entre ellas a jugar.

Míriam chilló y gimió y se retorció pero Sam no estaba satisfecho y le insertó el dedo índice. Comenzó a follarla con fuerza y cuando pudo meter un tercer dedo sin problemas, retiró la mano y metió el vibrador con fuerza.

Míriam puso los ojos en blanco y volvió a gritar su nombre mientras cerraba las piernas alrededor del brazo de Sam. Sam  le pasó la mano libre por el estómago y le acarició uno de sus pechos, pellizcando el pezón. Míriam volvió a gemir y abrió las piernas de golpe, haciendo que Sam pudiera entrar y salir de ella con aquel aparato infernal.

Míriam nunca había puesto aquella cosa a la maxima potencia y Sam lo sabía. Cuando ella comenzó a decir incoherencias varias, él aumentó la velocidad de las envestidas de su brazo. Ella repetía su nombre una y otra vez, acompañado de algún que otro “joder”. Sin mediar palabra, Sam se incorporó y cambió el ángulo de penetración, cosa que hizo que ella gritara de nuevo. Se incorporó por encima de ella y la besó con fuerza. Cuando ella empezó a responder al beso, él pasó una mano por los pechos de ella hasta su centro y, sin bajar la intensidad con el vibrador, presionó con fuerza su clítoris hinchado y estimulado con las protuberancias del vibrador.

Míriam comenzó a jadear más y más fuerte, las palabras ya no salían de su boca. Sus paredes se cerraron en torno al vibrador e hizo que a Sam le parara la mano por completo.

Ella se quedó tumbada en la cama, sudorosa, recuperando el aliento. Pero antes de poder recuperarse por completo, Sam terminó de desnudarse, dejó caer de cualquier forma el vibrador al suelo y se colocó entre sus piernas, entrando de un solo golpe.

- ¡¡¡¡¡Sam!!!!!

Ella lo notó entrar. En parte porque estaba sensible con lo que acababa de hacerle y porque aún no había conseguido bajar del orgasmo más fuerte que había recibido con un trozo de plástico que emulaba una polla. Pero, además, Sam era algo más ancho que aquel vibrador. Así que sus paredes se tenían que acostumbrar a él.

Sam se quedó quieto dentro de ella, le gustaba cubrirla, notar como su interior recogía su miembro y lo envolvía en aquel calor al que él solo podía referirse como “casa”.

Cuando ella comenzó a mover las caderas, él empezó a embestirla. Cada vez más fuerte. Había tenido un día horrendo y le había dado mucha rabia que por culpa de una mujer, él y sus amigos, no, sus hermanos; casi acaban a ostias. Recordando aquella tarde, Sam comenzó a bombear en ella con rabia, gruñendo como una bestia. Míriam comenzó a gemir. Cuando Sam abrió los ojos, Míriam lo miraba con los ojos llenos de lágrimas. Sam bajó la intensidad, lo que hizo que Míriam se relajara. Luego se dirigió a las manos de ella y la desató del cabecero.

Cogió su cara entre sus manos y la besó con la boca abierta. Ella se abrazó a su espalda y le arañó.

- Fuerte, Sam… Házmelo como estabas haciendo…

- Estabas a punto de llorar… te estaba haciendo daño, mi amor… me he dejado llevar y….

Ella le tapó la boca con la suya y sonrió.

- Sólo me dolían las manos. Sigue… Sam…

A Sam no le hizo falta nada mas. Con un par de besos húmedos, retomó las embestidas. Ciertamente se sentía genial haciéndolo así. Ella recibía a sus caderas y gemía cada vez más fuerte.

Al cabo de unos minutos, ambos estaban sudando y sus cuerpos se pegaban mientras él aumentaba la fricción entre ellos.

- Sam… ya casi… Oh, Dios mío… Así… Así…. Oh… Oh…. Sigue!!!! Aaaaaahhhhh…

Sam la miró sorprendido. Sonrió y pasó de nuevo la mano entre los dos y le volvió a presionar el clítoris, pero no con tanta fuerza porque ahora sí que lo tenía sensible. Y con apenas una pequeña presión, ella se dejó llevar con un orgasmo que le cerró las paredes y la dejó con los ojos en blanco. Sam notó las paredes de ella aprisionar su miembro y sin darse cuenta se encontró combulsionando con un orgasmo enorme que lo dejó sin respiración.

Para no aprisionarla con su peso, se dejó caer a su lado y la atrajo hacia él. Ella sonrió y se acurrucó a su pecho. Le besó el cuello y le mordió la mandíbula, haciendo que él profiriera un gruñido, y luego se dejó caer encima de él y casi inmediatamente se quedó dormida entre sus brazos. Sam suspiró, le besó la frente y dejó que el sueño le venciera por fin.

Al día siguiente, hablaría con Dick. Al fin y al cabo, eran como hermanos, no podían estar picados eternamente.


GRACIAS POR LEER!!!! ^_^


No hay comentarios:

Publicar un comentario