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lunes, 22 de octubre de 2012

THE ZOMBIE CHEERLEADER’S ILLNESS

HALLOWEEN ESTÁ CERCA, CHIC@S!!!!!

ASÍ QUE VAMOS A IR "ABRIENDO BOCA"... JEJEJEJEJE....

SIN ENROLLARME MÁS, AQUÍ OS DEJO UN PEQUEÑO APERITIVO, ¡¡¡QUE LO DISFRUTÉIS!!!

SE AGRADECEN COMENTARIOS!!!! SED BUENOS HASTA LA PROXIMA ENTRADA!!!




La pequeña fiesta era todo un éxito. Los chicos iban de aquí para allá, riendo, bailando y bebiendo.

De vez en cuando se oían las monedas del vestido de Abby, y cada vez, Dick ponía una mueca.

“Te juro, Sam, que como esto siga así toda la noche, ¡le arranco todas las putas monedas!”

Sam se echó a reír y se tapó la cara.

“Eres un bestia, Dick. Y no me hagas oír cómo le arrancarías las putas monedas, que no quiero oírlo. Madre mía, voy a por otra cop………………”

No pudo terminar, Míriam pasaba por delante de ellos, contoneándose haciendo que Sam perdiera el hilo de la conversación.

Dick se echó a reír con fuerza y le dio un pequeño puñetazo en el pecho, a lo que su amigo contestó con otro.

“¿Qué le arrancarás a Míriam esta noche?”

Sam lo miró entre divertido y enfadado, pero no pudo reprimir la carcajada.

La fiesta siguió, los chicos bebían y bailaban con sus chicas.

Míriam estaba abrazada a Sam, bailando una canción lenta, ella tenía la mejilla apoyada en su amplio pecho.

“Sam…”

“Mmmm…???”

“Kaspar no ha venido. Abby dice que Dick le ha contado que está en Berlín”

“Aha… Ha ido a ver a su novia. Llevan juntos unos meses. Por lo visto vino a uno de los conciertos por sorpresa. Eran compañeros en el insti… o la facultad… o… bueno, no sé… fueron juntos a algo… y por lo visto eran inseparables… ¡hasta que Kaspar nos conoció!”

Míriam lo miraba y no podía parar de reírse. Sam la abrazó con fuerza y la atrajo hacia él.

“¿Te he dicho que eres la zombie más sexy del baile? Si quieres chupar algo… ¡soy todo tuyo!”

Ella lo miró y se separó de él de golpe. Le dio un puñetazo en el pecho, que lo único que consiguió fue que él se echara a reír con fuerza y la volviera a atraer a su cuerpo de nuevo.

“¡¡¡Sam!!!”

“Venga ya. Tú estás obsesionada con “Candy Shop”, el rap ese de 50 Cent, no era a eso a lo que me refería… pero si te hace ilu…”

Míriam le volvió a dar un puñetazo en el pecho y se acopló a Sam suspirando.

Un par de horas más tarde, Míriam estaba sentada en una silla con mala cara. Sam había ido un momento al baño y cuando regresó la buscó con la mirada; nada más la vio se acercó a ella.

“Nena, ¿estás bien? ¿qué te pasa?”

Ella lo miró jadeando. Se había desabrochado dos botones de la camisa que dejaban ver la puntilla de su sujetador pero Sam no estaba pendiente de su escote, estaba arrodillado frente a ella y la miraba con terror.

“Míriam, nena, dime qué pasa.”

Míriam lo miró con los ojos llenos de lágrimas.

“Sam… no… no puedo respirar… el maquillaje… creo… creo que es alergia…”

Ella respiraba con dificultad. Sam se levantó y la levantó con él. Míriam jadeaba con fuerza y se aferró con fuerza a sus brazos. Cuando Sam iba a girarse para decir que se iban, ella perdió la fuerza de sus piernas y él tuvo el tiempo justo de cogerla en sus brazos como si no pesara nada.

Con la cara desencajada salió de allí y únicamente pudo decirle a Dick lo que pasaba. Dick la miró con los ojos tristes y apretó el hombro de Sam.

“Llama con lo que sea, tío.”

Abby los miró, abrazada a Dick.

“Desmaquíllala, creo que es del maquillaje. Pero si no se le pasa…”

Sus ojos se llenaron de lágrimas.

Sam se inclinó y le besó la mejilla a Abby. Sin apartar la cara de la de ella, susurró, “la cuidaré. No te preocupes.”

Sam salió de la fiesta y se dirigió al coche. Condujo como un loco hasta que llegaron a su casa y entró con ella en brazos. Se le había pasado un poco, así que no dudó en desnudarse y desnudarla a ella y meterse en la bañera de su baño. Con una esponja suave, y prácticamente todo el bote de gel, la lavó con cuidado, quitando cada resquicio de la pintura de zombie que llevaba en la cara, brazos y piernas. Cuando ninguno tenía ni una marca del maquillaje, la sacó de la ducha, la secó y la tumbó en la cama, desnuda.

Preparó un vaso de chocolate caliente y se lo llevó a la cama. Ella bebió despacio y cuando acabó, sonrió ampliamente y se recostó, dejando que Sam, que también estaba desnudo, se recostara a su lado.

“¿Mejor, princesa?”

Ella asintió y suspiró contenta.

“He puesto la calefacción, si tienes frío, te ayudo a ponerte algo…”

“No… quiero sentirte… así…”

Sam la abrazó y comprobó con felicidad que ella volvía a respirar normalmente. La abrazó con fuerza y sonrió más ampliamente cuando ella suspiró y poco después su mano se deslizaba por su constado, indicando que había caído rendida.

Sam suspiró aliviado y le mandó un sms a Dick, indicándole que todo estaba bien. Dick contestó enseguida, aliviado por la noticia y dándole las gracias de parte de una “más que histérica Abby”.

Sam se volvió a recostar en la cama y justo iba a apagar la luz de la lamparita de noche, la mano de ella se deslizó a su miembro y lo acarició.

Él suspiró y cogiendo su mano, la volvió a colocar encima de su pecho, pero ella entrelazó una pierna alrededor de su pierna y volvió a bajar la mano.

Sam gruñó y cuando fue a volver a quitar la mano ella se asió a su miembro que empezaba a endurecerse. Sam ahogó un grito y se giró para encontrarse con los ojos de una más que despierta Míriam.

“Hola, hombretón…”

Sam la miró sonriendo y se recolocó para que ella tuviera mejor acceso a él.

“¿Cómo estás, princesa?”

“Creo que yo estoy genial… y tú también…”

Ella rió de forma grave y siguió moviendo su muñeca arriba y abajo.

Sam se quedó tumbado boca arriba y la miró de reojo mientras se mojaba los labios. Ella no pudo aguantarse, y se abalanzó a sus labios para besarlo con hambre. Sam quedó tumbado mirando como ella seguía dándole placer con su mano e introducía la lengua dentro de su boca. 

Sam comenzó a tocarla y a besarla hasta que en un momento dado, ella se separó de él y se quedó frente a él de rodillas en la cama. Cuando él llevó las manos a sus pechos, ella le acarició el pecho y paseó las palmas de las manos por sus abdominales.

Sam soltó una risilla pues le estaba haciendo cosquillas. Un instante después, Sam se había incorporado y se había sentado entre los almohadones, con la espalda pegada en el cabecero de la cama. La miró con cara pícara y abrió los brazos en cruz, cogiéndose del hierro forjado del cabecero. Ella lo miró estupefacta y se humedeció los labios.

Sam le hizo una señal para que se acercara, que le quedó muy sexy con la postura que había adquirido.

Ella gateó hasta llegar a su altura y se sentó encima de sus piernas a horcajadas.

Sam la cogió del culo con ambas manos y la colocó encima de su miembro erecto y paseando las manos por su pecho, volvió a cogerse del cabecero.

Ella se abalanzó a sus labios y lo besó con hambre. Deslizó su mano hasta la base de su miembro y lo dirigió a su entrada. Sin darles tiempo ni siquiera a respirar, ella se empaló en él con fuerza y ambos gritaron al unísono.

Míriam comenzó a cabalgarlo. Hacía tiempo que él no la dejaba tomar aquella postura, y le encantaba. Estaba cogida a su cuello, pero luego pasó las manos a sus bíceps y se aferró a ellos con fuerza para impulsarse y volver a empalarse todo lo fuerte que podía. Sam tenía la cabeza echada hacia atrás y los ojos cerrados y no paraba de gemir y aullar palabras in-inteligibles. 

Míriam aumentó el ritmo todo lo que pudo. Quería llegar al orgasmo sin que él le metiera mano. Normalmente, cuando él ya no aguantaba más, le solía pellizcar el clítoris y ambos llegaban al orgasmo con fuerza.

Míriam notó a Sam moverse y justo cuando él ponía la mano en su cadera, ella entrelazó sus dedos con los de él y le empotró la mano contra la pared. Cuando su otra mano hizo lo mismo, ella también entrelazó los dedos con los de él y unió ambas manos contra la pared.

“No… yo sola…”

Sam gruñó y la dejó seguir. Pero sus caderas la embestían a la vez que ella bajaba y un par de minutos más, y ella estaba empezando a gritar su nombre con fuerza. Le soltó las manos y se asió a su cuello, momento que Sam aprovechó para apoyar una mano en el colchón para tener mejor equilibrio y con la otra rodear la cintura de Míriam, para poder embestirla mejor. Aquello hizo que cambiara el ángulo de penetración y las paredes de Míriam se cerraran en torno a su miembro.

Míriam echó la cabeza atrás y gritó su nombre sin poder dejar de convulsionar entre las manos de Sam. Sam gritó el nombre de Míriam como una plegaria y se quedó rígido dentro de ella, llenándola por completo.

Cuando recuperaron el aliento unos minutos después, Míriam se recostó en el pecho de Sam.

“Feliz Halloween, mi amor”

“Feliz Halloween, mi sexy-zombie”

Ella se echó a reír y le besó entre los pectorales.

“Gracias por cuidar de mi. ¡Que susto debiste llevarte!”

“Dick y Abby también se asustaron. Fue Abby la que me dijo lo de quitarte el maquillaje. Ni se me habría ocurrido que era por eso. La última vez que nos repintamos la piel. Al año que viene, de ángeles… y todo lo más embadurnados en polvos de talco”

Míriam se echó a reír con fuerza.

“Creo que no conviene dejar los polvos de talco cerca de cierto amiguito tuyo… o cierta amiga mía lo cuelga de una lámpara”

“Dick se cuidará mucho de hacer bromitas pesadas, o seré yo quien lo cuelgue”

Ambos se echaron a reír con fuerza. Se quedaron abrazados, en silencio, disfrutando del tacto del otro, hasta que el sueño les venció.

Al día siguiente, quedaron para desayunar con Dick y Abby. No había ni rastro del mal rato que Míriam había pasado. Había dormido genial, abrazada a su héroe particular, y se había levantado como nueva.





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